Artes suntuarias
Platería y orfebrería son términos equivalentes y ambos se refieren al arte de labrar piezas en plata y oro. Al ser un arte realizada con metales preciosos muy escasos, la platería fue un arte muy apreciada a lo largo de la historia. Para que nos hagamos una idea, las piezas de platería tenían mucho más valor en la Edad Moderna que cualquier cuadro o escultura, paradigma que cambió a partir del nacimiento de la Historia del Arte en el siglo XVIII, que decidió elevar estas disciplinas a la categoría de “Bellas Artes” y relegar a la platería y la azabachería —junto con otras inmensamente apreciadas como los tapices, la porcelana, los esmaltes, los marfiles, etc.— a la categoría de “Artes Decorativas”. Esta distinción resulta paradójica, teniendo en cuenta que la función de un cuadro o una escultura es principalmente “decorar”, mientras que artes como la platería, la cerámica o la cristalería sirven a un propósito útil en la vida diaria de las personas, ya sea en el culto, el servicio de mesa, de escritorio, de tocador, etc. Por la riqueza de sus materiales y el aprecio histórico, los historiadores de este tipo de disciplinas suelen preferir el término “Artes Suntuarias”.
Autentificar la calidad y pureza de materiales
Tanto el oro como la plata son metales nobles muy escasos en la corteza terrestre y de gran valor monetario. La necesidad del arte de la platería de autentificar constantemente su calidad y su pureza para evitar engaños y fraudes llevó a finales de la Edad Media a establecer por los gobiernos europeos —en España mediante Real Pragmática de los Reyes Católicos— un sistema de marcado que asegurase la autenticidad y la legitimidad del material usado. Una de las características más apasionantes del estudio del arte de la platería es el saber interpretar esas marcas, propias de cada platero y territorio.
Marcas de calidad del material
Hoy en día todavía pervive de forma obligatoria una de estas, la marca de calidad del material. Observando sus joyas de plata y oro, si son de primera ley, podrán observar unos pequeños números grabados en alguna parte de estas. En el caso de la plata, deben buscar un “925”. Esto hace referencia a que el material tiene una pureza del 92,5% o 925 milésimas de plata pura por cada gramo de material, siendo el resto habitualmente cobre. Esta se conoce como plata de 1ª ley o plata esterlina. La plata pura no puede usarse en joyería debido a que es demasiado blanda y necesita alearse con otro material. Por debajo de la esterlina tendríamos la plata de 2ª ley, con 800 milésimas de plata pura o una pureza del 80%.
El oro
El oro, además de más escaso y caro, es un material más blando que la plata y necesita alearse con un porcentaje mayor de otro material. El oro de 1ª ley o 18 kilates cuenta con 750 milésimas de oro puro por cada gramo de material —el resto suele ser cobre y plata—, es decir una pureza del 75%. Es por ello por lo que las joyas de oro de 1ª ley llevan grabado el número “750”. Por encima existe el oro puro, de 24 kilates, demasiado blando para ser empleado en joyería. Por debajo, el oro de 2ª ley o 14 kilates se corresponde con la marca “580” o una pureza del 58%. También es conveniente distinguir que cuando hablamos de kilate nos podemos referir a dos unidades de medida distintas, kilate (k) con k, que procede de la palabra inglesa karat, unidad de medida de la pureza del oro; y quilate (ct) con q, o la unidad de medida de masa de las piedras preciosas —en esta segunda acepción, un quilate sería 0,20 gramos de diamante—.
Otras marcas
Si observamos piezas históricas podemos encontrar otras cuatro marcas. La primera es la marca de platero y equivale a su firma, compuesta normalmente por una inicial y su apellido. Las otras tres marcas se refieren a los controles de calidad de la plata. La marca de marcador o ensayador era estampada por el platero que cada Ayuntamiento designaba para que velase por la calidad del material empleado por los artífices. Este realizaba una prueba conocida como “ensaye”, mediante la cual determinaba que la pieza era de plata u oro de ley, y si no lo era, se destruía. Si era apta para su comercialización, el marcador estampaba su marca personal —habitualmente inicial y apellido— y la marca de la ciudad, una divisa particular de cada municipio. Mientras en otras ciudades se mantuvo una marca más o menos fija —en Coruña la Torre de Hércules, en Orense el león sobre el puente romano, etc.—, las marcas de Santiago fueron cambiando sucesivamente cada siglo: un Santiago peregrino (XVI), una concha (XVII), la urna apostólica (XVIII), el cáliz con la sagrada forma (XIX) y la propia palabra “Santiago” (XX). Por último, habría que aludir a la marca cronológica, que se refiere al año de hechura de la pieza, siendo muy útil para los historiadores.
El azabache
El azabache no es un material precioso, por lo que no exigía controles tan exhaustivos, aunque sí era necesario que se asegurase la calidad y autenticidad de este, y que no se empleasen otros materiales similares como el lignito. Al contrario de lo que se suele pensar, no se trata de una piedra sino de un mineraloide similar al carbón, de origen vegetal, producido durante el periodo Jurásico. El azabache asturiano está considerado uno de los de mejor calidad del mundo, por lo que la mayoría del material empleado en Compostela a lo largo de la historia ha procedido de esta región vecina.